Una vez más irrumpes en mi alcoba para cambiar el rumbo de mis sueños. Lejos de aquellos momentos bellos que me hiciste sentir, me dicen que me restan 2 días de vida. Desespero... te busco. Corriendo me dirijo hacia el lugar donde supuestamente vives. Es una zona de veraneo, de calles arenosas y mucha vegetación. La gente me mira desde las orillas de sus piletas mientras acelero al borde del llanto. Doblo en una esquina y llego al fondo del callejón. Hay tres pasadizos que atraviesan el cerco vivo. Alguien sale de uno de ellos y me pregunta a quien busco. Me tomo unos segundos antes de responder, mi estado físico así lo exige. Cuando logro decir tu nombre, la hospitalaria persona baja su mirada y me cuenta sobre tu partida. No estabas allí y no volverías sino hasta la semana entrante. Un dolor profundo e intenso nacía de mis entrañas, presionando fuertemente mi pecho y desbordando un mar de lágrimas. Nadie sabe. Nadie entiende. Sólo yo con mi sufrimiento y estas ganas de decirte lo que siento. Ganas de contarte mi secreto y decir adiós... nos vemos luego. El dolor aumenta. Me desvanezco. Veo luz. Me encandila. Ha amanecido. Despierto estoy... pero aún no recupero la respiración
(11-02-07)

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