Y un día desperté pero seguí soñando. La vida cambió de colores y los olores tenían otros perfumes. El sudor que empapaba mi cuerpo se hacía polen y luego néctar. La abeja reina volaba sola sorprendiendo al público con cada aleteo. El tiempo se detuvo capturando la imagen sin flash, pero sus ojos ciegos creían no ver. Caminando a paso firme llegó a buen puerto donde se rindió sin contar ningún cuento. La sabia paciencia se ausentó y desesperada corrió. Inesperadamente el rumbo fue estrepitoso mas no desagradable… por contrario su rostro dibujó una sonrisa cuál cuadro de Picasso. La Gioconda y el David petrificado no reaccionaban… permanecían inmutables ante tamaña ilusión. Sus ojos ya veían pero seguía sin querer creerles. Tinta mágica tatuada en su espalda, horas y minutos los acercaban. De pronto todo cambió. Un cuarto se hizo cuatro, en la oscuridad encontró al Sol. La soledad le hacía compañía y la alegría bailaba al son. Que vueltas tiene la vida. Que dulce la miel que se fabrica con amor. Seguía soñando pero despierto, seguía sonriendo con pavor. Cuán bello fue el hecho, cuán profundo se ahogó el dolor. Con un minuto de silencio del dolor muerto renació el amor. Tras una eternidad encerrada en su palacio del campo, la abeja reina conoció a su cuidador. Las sorpresas abundan lo sagrado en el nido de su voz. Ya no es como era, ya su forma cambió. Su historia marcó a fuego lento y cocinó al vapor. Un desierto de flores ocultas bajo la sombra de un malvón. Un destino incierto pero ciertamente dentro de su corazón. Ella es. Es ella, reina madre de su colmena. Tan inigualable y única que atrae miradas y se hace el centro a un costado del marco que encuadra por un instante los celos ajenos que vigilan todos sus movimientos a la espera del temblor. Con un brazo engloba el mundo, con el otro le da calor. Sus manos se entrelazan haciendo un nudo, su cuerpo se aleja sin decir adiós. El viento sopla en la pradera meciendo la cuna donde nació. Aquella tarde de Noviembre cuando despierto soñaba con un mundo mejor. Con olores extraños que parecían viejos pero recién daban sus primeros pasos por este camino cubierto de polen que se dirige hacia la salida persiguiendo los destellos de fuego que arden y no se apagan. El viento sopla meciendo la cuna… su sonrisa se plasma en cada instante. Con un brazo engloba el mundo. Con el otro le da calor. Sus manos se entrelazan haciendo un nudo. Sus cuerpos se alejan… sin decir adiós.
(04-12-2007)

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